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sábado 24 de noviembre de 2018

Una vergüenza mundial

Nota de Opinión
Lo que tenía que ser una fiesta del fútbol sudamericano terminó en un escándalo que dejó en evidencia las grotescas fallas a la hora de la organización. La violencia y la confusión ganaron en una final que ya no será la misma.

"Por un pacto de caballeros entre los clubes", sintetizó Alejandro Domínguez, cabeza de la CONMEBOL, al intentar dar las explicaciones de la postergación del partido. Un pacto que, lejos de traer claridad en la lucha contra la violencia en el fútbol, le hace un guiño y propone el "siga, siga". Lo cierto es que ambos presidentes tuvieron que acordar en reuniones inmersas en un clima repleto de nerviosismo el destino del esperado River-Boca. 


¿Qué falló en el operativo de seguridad? ¿Estábamos preparados para cuidar a los protagonistas frente a un choque de tamaña trascendencia? Las respuestas las deberán dar los responsables que no pudieron garantizar las condiciones para que sea una fiesta. Otra vez los mismos violentos tuvieron la última palabra. Esos que tienen el poder de decisión de qué se puede hacer o no en el deporte que más aman los argentinos.


"La final del Mundo". Así se vendió hacia los cinco continentes la definición de la Copa, pero el ejemplo de deportividad no pudo sobreponerse a los inadaptados que tanto daño le vienen haciendo al fútbol. Las repercusiones fueron instantáneas. A la gravedad de los acontecimientos, que incluyeron entre otras cosas el traslado de Pablo Pérez y Gonzalo Lamardo a un sanatorio para tratar lesiones en la vista, se le sumó la desprolijidad de la organización del evento. Frente a los ojos de Gianni Infantino, la CONMEBOL volvió a reprobar en esta materia y quedó desnuda. Una muestra de esto fueron los cerca de 900 periodistas acreditados de 22 países distintos (según datos del sector de prensa del club millonario) que se llevaron la sorpresa al vivenciar el escándalo.


Una mancha más para una competición. La Copa Libertadores 2018 quedará marcada a fuego por un sinfín de irregularidades: El escándalo administrativo de Carlos Sánchez contra Independiente, las idas y vuelta con Wanchope y Zucullini, el VAR... Hasta Carles Puyol, leyenda del Barcelona se hizo eco de lo sucedido. "Vergüenza", tituló en un tuit.


Ya en la previa de los incidentes se vivió una atmósfera enrarecida. Reventa, entradas falsas y acusaciones cruzadas acompañaron a la superfinal y se sumaron a la tensión del recelo por la reunión del G20 que desembocó en un sábado negro. No será lo mismo.


Falta saber los pormenores de cómo se desarrollará el compromiso de mañana. El sacrificio del hincha genuino no está en discusión. Seguramente, el Monumental vuelva a llenarse y pedirá a gritos que sea una fiesta, pero permanecerá el gusto agridulce de no poder dar los pasos hacia adelante para salir del caos. Jugamos cómo vivimos. Vivimos cómo jugamos. Por otra parte, los tiempos, la urgencia y los intereses cruzados demorarán las sanciones pertinentes a los culpables de papelón que no hizo más que hacer perder a todos.