En el deporte, más de una vez quedó demostrado que no hay imposibles. Un 4 de septiembre de 2002, hace exactamente 15 años, la Selección Argentina de básquet le ganó a los Estados Unidos 87-80 en el Mundial de Indianápolis. Este triunfo significó la primera caída de los norteamericanos desde que comenzaron a ser representados con jugadores provenientes de la NBA.
Después del tercer lugar en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988, y del mismo puesto en el Mundial de 1990 disputado en la Argentina, los Estados Unidos determinaron volver a demostrar su supremacía en este deporte dejando de jugar con jóvenes universitarios para llevar a las principales competencias FIBA a los estandartes de la NBA. Así encadenaron 58 victorias en fila hasta el Mundial que ellos mismos organizaron en 2002, en el cual claramente partían como favoritos.
El plantel que llevó George Karl no tenía a Kobe Bryant ni a Shaquille O'Neal, las dos estrellas del momento, pero sí incluían nombres como Andre Miller, Paul Pierce, Jermaine O'Neal, Elton Brand, Michael Finley, Shawn Marion, Baron Davis y al veterano pero infalible tirador Reggie Miller. Por si fuera poco, también eran los locales.
Ambos conjuntos llegaron invictos en la segunda fase de grupos a enfrentarse en el duelo para saber quien iba a ganar el grupo, lo que significaba evitar a Yugoslavia (el otro candidato) hasta la final. Rubén Magnano venía haciendo una excelente labor, con los jugadores que dos años más tarde alcanzarían la gloria y empezarían a ser llamados la Generación Dorada. Juan Ignacio Sánchez, Emanuel Ginóbili, Hugo Sconochini, Rubén Wolkowyski y Fabricio Oberto fueron los titulares el día histórico, con un banco de suplentes que ofrecía un buen recambio: Luis Scola, Andrés Nocioni, Leandro Palladino, Alejandro Montecchia y Gabriel Fernández.
Vital fue el golpe de efecto que se dio en el primer cuarto, donde los argentinos metieron 34 puntos contra 21 de sus rivales, y ya aparecía la ilusión de que sucediera el milagro. En el segundo cuarto pudieron todavía adelantarse un poco más gracias al aporte desde el banco de Scola (13 puntos) y de Nocioni (14), y al entretiempo se fueron 53-37.
La reacción estadounidense apareció en la segunda mitad. Salieron con mucha más intensidad del descanso y presionando toda la cancha, consiguiendo recuperar pelotas y con el tiempo también afinaron la puntería. Al finalizar ese tercer período, la brecha se había acortado y el 68-60 hacía pensar que estaban a tiro de la remontada.
Sin embargo, sobre el final la Argentina pudo cerrarlo de la mano de Manu Ginóbili (15 puntos) y de Oberto (11 y 9 rebotes), para el histórico 87-80 con el que vencieron al equipo que parecía no tener rival posible para la calidad de sus jugadores. El efecto de la derrota tuvo peores consecuencias para los Estados Unidos, que perdió en cuartos de final ante Yugoslavia por 81-78, y tras vencer a Puerto Rico 84-74, cayó con España 81-75 para finalizar en un pobre 6° lugar.
El camino de los argentinos siguió con un cuadro favorable hasta la final, algo que pudo ser aprovechado. Primero vencieron 78-67 a Brasil y después en semifinales 86-80 a Alemania, y en la final perdieron 84-77 ante Yugoslavia, que se coronó campeón. Sin embargo, el logro de haberle ganado por primera vez a un plantel NBA es un mérito gigante, y dos años después volvieron a hacerlo para terminar siendo campeones Olímpicos en Atenas. Sin dudas, un día histórico para el básquet nacional.