Las Gigantes demostraron su crecimiento como equipo y eso se recompensó con el pasaje al Mundial de España, a jugarse en Tenerife el próximo año. Transmitieron una gran unidad como grupo y también supieron reponerse a dos duras lesiones -una en los momentos decisivos de la final- para contagiar a todo el público presente en Obras.
La AmeriCup era la gran chance para ir al Mundial, después de haberse quedado afuera la edición pasada por poco. Un plantel jóven, de 25 años de promedio, se centró en ese objetivo, sin imaginarse que lograrían un histórico triunfo ante Brasil y quedarían a tan sólo 2 puntos de vencer nada menos que a Canadá, que arrasó en todos los juegos previos.
El primer día de competencia las Gigantes se enfrentaron ante Islas Vírgenes. La victoria 80-48, de la mano de los 17 puntos de Andrea Boquete y los 14 de Macarena Durso, significaba un inicio ideal.
Dos días después superaron a Venezuela por 79-59, pero sobre el final las jugadoras sufrieron un fuerte impacto emocional: Sofía Aispurúa cayó al piso y no volvió a levantarse. Sus compañeras lo sintieron, y algunas rompieron en llanto ante lo que le había sucedido a la pívot de 22 años, que sufrió la rotura del ligamento anterior de su rodilla izquierda y terminó apoyando al equipo desde la tribuna.
Llegó el tercer duelo, esta vez ante Colombia, que terminó en un claro triunfo argentino por 70-47, y con ello la clasificación a semifinales de la AmeriCup. Melisa Gretter y Macarena Rosset metieron 16 puntos cada una, mostrando que había varias jugadoras que podían tomar protagonismo. La alegría aumentaba pero todavía faltaba batirse con Brasil, en un clásico que definiría la primera del grupo A.
Como en todo el torneo, Santander y sus jugadoras apostaron primero a defender de manera intensa para construir desde allí los ataques. El planteo nuevamente funcionó, ya que la Argentina le ganó a Brasil 68-49, convirtiéndose así en la victoria más diferencia de la historia para las local. Un estadio lleno festejó este histórico logro, y ahora faltaba una alegría más para llegar al Mundial. Débora González mostró un gran nivel y metió 18 puntos, seguida por los 16 de Boquete.
Llegaron las semifinales, y tanto las Gigantes como Puerto Rico tenían la ilusión de llegar a España 2018 (ambas lo harían de todos modos). El choque fue tenso, de bajo goleo y con mucha ansiedad, pero apareció Agostina Burani con una enorme tarea para el 48-44 final de las argentinas. Burani metió 26 puntos, tomó 12 rebotes y tapó 3 tiros. En un día de baja efectividad, dio el paso adelante y permitió a las Gigantes llegar a la final, nada menos que ante Canadá.
La clasificación se festejó a tal punto que en la zona mixta no había ninguna que no pasara con una sonrisa. Santander y Burani se encargaron de explicar la importancia de sacar adelante un encuentro en el que las cosas simplemente no salen bien, mientras que Ornella Santana transmitía lo valioso que era para el grupo meterse en el mundial. Al día siguiente, las caras iban a ser otras, a pesar de otra gran muestra de nivel en la cancha.
Todo era optimismo en la previa de la final. La cancha se llenó nuevamente y los gritos de aliento se escucharon más que nunca. Ni hablar cuando la Argentina empezó 8-0 en el marcador ante las norteamericanas. El partido se empezó a igualar, hasta que en el tercer cuarto Burani salió cargada de faltas, y con la ausencia de Aispurúa sólo quedaron Celia Fiorotto y Santana para hacerse cargo de la diferencia de talla ante las canadienses. 29-13 terminó ese período, pero una vez más el "empuje" del que hablaban las argentinas volvió a aparecer.
La remontada -con un parcial de 13-0- que terminó con las locales arriba por 1, daba que hablar. Las Gigantes demostraban que podían ganarle a las favoritas y que les podían jugar de igual a igual. Y justo en ese momento de tanta intensidad, Pepo González cayó al piso tomándose la rodilla y se volvieron a escuchar los gritos de mucho dolor. La capitana no pudo continuar, y el estadio quedó incrédulo, con las jugadoras llorando casi desconsoladamente en la cancha. Faltaban menos de 2 minutos, y la final debía continuar.
Sólo restaba juntar las fuerzas que quedaban para un último intento de alcanzar la gloria. Aún así, descolocadas y conteniendo la tristeza, se llegó a los últimos segundos con la posibilidad de ganar. El triple de Gretter no quiso entrar, y fue 67-65 para Canadá.
La ceremonia de premiación, no mostró realmente el valor de lo conseguido por las Gigantes, pero sí dejó bien en claro la unidad del grupo. Tanto González como Aispurúa se acercaron para salir en la foto, con la medalla de Plata que demuestra que en España quizás se pueda crecer un poco más. Falta un año, lo suficiente para que cada jugadora descanse, se recupere y llegue al Mundial con la motivación de seguir dejando a la Argentina muy bien parada. Tenerife las espera.