Cuando empezó el año para Independiente con Ariel Holan a la cabeza y la aparición de muchos pibes en el once inicial, allá por enero con derrota 3-0 ante Racing y empate ante Atlético Tucumán en los amistosos de verano, nadie se animaba a diagnosticar un final de año como el que tuvieron, solo Holan y sus dirigidos, con trabajo, compromiso, actitud e intensidad se propusieron el sueño de llevar al Rey de Copas a donde pertenece y despertarlo de una larga siesta.
El trazado hasta la final en el Maracaná comenzó con una depuración del plantel. Jugadores experimentados como Diego Vera, Germán Denis, Hernán Pellerano y Víctor Cuesta fueron reemplazados por juveniles que no completaban la mayoría de edad como Fabricio Bustos, Alan Franco, Ezequiel Barco, y con un capitán que se metió en el corazón de todos los hinchas como Nicolás Tagliafico.
El camino nunca fue fácil, y pese al trabajo y el compromiso que cuerpo técnico y jugadores mostraban al salir al campo, los resultados tardaban en llegar. Más cuando el Rojo estuvo los primeros cuatro encuentros del año como local sin poder ganar, y aunque el equipo de visitante era una maquinita y fue el conjunto que más puntos sumó en esa condición, el no poder darle una victoria a su gente en el Libertadores de América generaba murmullos y desconfianza. Pero como no podía ser de mejor manera el primer triunfo de Holan en la cancha de Independiente llegó en la fecha 24, en la de los clásicos, al ganarle a Racing por 2-0 con goles de Emiliano Rigoni y Maxi Meza. La primera mitad de año se cerraba para el Rojo con un duro empate de local ante Lanús (penal errado de Barco que le hubiera dado la victoria) que lo dejaba afuera de poder disputar la Copa Libertadores y debería conformarse con jugar la Sudamericana del año siguiente, solo le quedaba esperar que River o San Lorenzo salieran campeón de la Libertadores que se estaba llevando a cabo o levantar la Copa Argentina o la Sudamericana que los de Avellaneda jugaban.
El receso de invierno trajo consigo la llegada de jugadores experimentados para complementar el equipo, como los arribos de Emanuel Gigliotti, Nicolás Domingo o Fernando Amorebieta, pero una baja sensible días antes de cerrarse el mercado de pases como fue la venta de Rigoni al Zenit, que se llevó con él más de 10 goles en la temporada, fue un golpe duro que Holan debía reemplazar. A partir de ahí con el trabajo y el apoyo del equipo se potenciaron jugadores. Meza, Barco y Martín Benítez hicieron que al rayo cordobés no se lo extrañe. Juan Sánchez Miño cambió insultos por aplausos. Bustos, Franco, Tagliafico y Martin Campaña dieron la seguridad que el equipo necesitaba en el fondo, y a partir de ahí es que se propusieron el sueño de clasificarse a la Libertadores levantando una copa. En el medio hubo tropezones como la eliminación en Copa Argentina ante Atlético Tucumán, pero el equipo nunca perdió ni negoció su forma de juego y mantuvo la misma línea.
No tuvo un final de año fácil, fue sin dudas una de las Copa Sudamericana más difícil de los últimos años, con tres de los cuatro finalistas que llegaron desde la Libertadores, y en donde en el torneo local tuvo que guardar jugadores justamente ante los clásicos con River y Racing, que jugando con un equipo suplente y juveniles que debutaban, se llevó ambos partidos por 1-0. Mientras tanto en la copa el primer rival que se venía era Libertad de Paraguay, que justamente venía de eliminar a la Academia en cuartos, y que en el partido de ida en el Defensores del Chaco se impuso por la mínima gracias a Óscar Cardozo. La vuelta de semifinal en Avellaneda ante los paraguayos fue una verdadera lucha, Independiente logró sacar adelante la llave por un global de 3-2 con una actuación brillante de Gigliotti y accedía a una final internacional luego de 7 años.
La final, ese sueño que se habían propuesto lograr, estaba a solo dos partidos de hacerse realidad, pero del otro lado había también un gigante del continente, un equipo que se había armado con jugadores para salir campeón de la Libertadores y quedó afuera en el último minuto de la fase de grupos como Flamengo. La ida en Avellaneda no comenzó nada fácil. Una pelota aérea encontró la cabeza de Rever y en apenas 8 minutos el Mengao estaba al frente en un estadio que desbordaba mística, euforia, pasión y calor desde las tribunas que contagió a sus jugadores. La garra de Tagliafico para pelear una pelota y ganarla, el traslado de Gigliotti para llevarla y dársela a Meza, que vistiéndose de Bochini le filtró la pelota a Benítez que no pudo controlar bien y cayéndose habilitó a Gigliotti para poner el 1-1 parcial, que luego se transformaría en el 2-1 con una volea fenomenal en lo que fue uno de los mejores goles de la copa en los pies de Meza.
La vuelta en el Maracaná, ese estadio donde el mismo Independiente y ante el mismo rival ya tenía historial a favor del Rey de Copas con un trofeo levantado en 1995, fue el escenario ideal para cerrar el año con el sueño que se habían propuesto. Holan y los muchachos levantaron a un gigante dormido, que pese al corto romance de verano en 2010 que lo llevó a levantar este mismo trofeo, hacía más de 20 años que no ganaba algo de la forma en que lo hizo y lo supo hacer en su historia, con fútbol, con garra, con pierna fuerte y templada, y que tan solo 6 meses atrás cuando quedaba afuera de la libertadores por el penal errado de Barco, fue el mismo juvenil de 18 años quien desde los 12 pasos, ante 70mil hinchas de Flamengo y en el Maracaná le dio la copa en forma de revancha para él y todos sus compañeros.
Ahora que la continuidad de Holan está cerrada y con muchos compromisos internacionales en el horizonte -14 de febrero se juega la recopa ante Gremio en el Libertadores de América y una semana más tarde se define en Porto Alegre- el sueño no quiere terminar. Que se mantenga la base es el desafío, pero el reto es lograr que la forma de juego siga fija e ir por la octava libertadores, el viejo anhelo de todo el mundo rojo.