El Barça hoy es sinónimo de Lionel Messi. Innumerables conquistas y alegrías llenaron las arcas del equipo culé de la mano del rosarino. Pero, y más en tiempo de la PlayStation, muchos han olvidado que otros jugadores destacados de la Argentina tuvieron un paso por la Ciudad de las Maravillas. Uno de estos, fue Juan Román Riquelme. Se festejan las Bodas de Cristal de un pase que no terminó de explotar, pero fue la catapulta que universalizó al que, para muchos, fue el sucesor de Zinedine Zidane.
El enganche siempre manifestó públicamente que la Bombonera, estadio de Boca Juniors, es su casa. Allí demostró toda su categoría. Pensante y siempre un paso antes que los rivales, se ganó el afecto de toda la hinchada. Esa también fue su vidriera. El mundo del fútbol se hizo eco del ruido que el mediocampista generaba con sus silenciosas habilitaciones a los distintos delanteros de turno. Su pegada capaz de dejar en ridículo a cualquier arquero, y forjada en Argentinos, club de la Paternal famoso por ser el semillero del mundo", estaba en la agenda de los clubes más importantes de Europa.
Pero no fue hasta el segundo semestre del año 2002, que el autor del caño más lindo del mundo se llevó su característico Topo Gigio al viejo continente. Las autoridades del Barcelona quedaron encantadas con su juego y, casi caprichosamente, contrataron al diez. Este inicio fue, sin saberlo, su final en los dominios blaugranas. El técnico nunca lo pidió. Así lo relata Roberto Martínez, escritor del libro FC Barçargentinos: "Llegó porque lo compraron los dirigentes a pesar de que el entrenador había dicho que no lo trajeran porque no lo iba a poner". Era el metódico Louis Van Gaal.
Con cláusulas de salida especiales, para blindarse de ser relegado, Riquelme empezó su andar con la camiseta 10. Jugó, contando competencias nacionales e internacionales, 42 encuentros. Marcó tan sólo en seis oportunidades y una decena de asistencias. Pese a que no obtuvo títulos, enriqueció un plantel repleto de figuras. Compartió vestuario con Patrick Kluivert, Frank De Boer, Carles Puyol. Se potenció junto a, aún juveniles, Andrés Iniesta, Víctor Valdés, Javier Saviola y Xavi.
Su pase no fue barato. Trece millones de dólares cruzaron el océano atlántico para engrosar la billetera del club de la Ribera. Hasta hoy es uno de los traspasos más resonantes de la historia xeneize.
El 14 de agosto de 2002 fue su esperado debut en la red. En la instancia previa a la Copa de Campeones, el argentino le marcó al Legia Varsovia el segundo tanto en lo que fue un cómodo 3-0. Un remate desde afuera del área fue suficiente para vencer los intentos del arquero. Más adelante, caerían, ya entrada la competición, contra Juventus.
Aun teniendo el apoyo de la gente en el Camp Nou, nuca se terminó de acomodar. Ni un sorpresivo cambio de entrenador le permitió asomar la cabeza hacia un mejor futuro en la institución catalana. Van Gaal marchó con una efectividad que apenas superó el 50 %. Fue el turno de Radomir Antic de hacerse cargo del equipo, pero mantuvo firmemente el rechazo hacia el jugador. En el amanecer del 2003, Riquelme volvió a quedar sentenciado a ocupar el banco de suplentes.
Su salida del Barcelona al finalizar la temporada lo llevó hacia un capítulo más recordado. El Villareal fue su coraza. De su mano, el Submarino Amarillo conoció sus mejores momentos. Estuvo a punto de pasar a la final de la Champions League, pero fue Román quien falló un penal sobre la hora frente al Arsenal. Aunque todavía existe en él un aprecio por parte de la hinchada, ahí, el toro le dio una cornada.
Pasó sin pena ni gloria por el Barça. Pero demostró su personalidad. Choques de estilos con los entrenadores lo fueron marginando de los puestos importantes y se llevó todo su talento hacia otros rumbos. ¿El resto? Es historia conocida. En 2007, Juan Román Riquelme, que hoy está próximo a realizar su partido despedida, volvió a su primer amor. Allí volvió a ganar la Copa Libertadores. Más tarde ayudó a ascender a Argentinos Juniors y puso punto final a su carrera.